No hace falta ser un experto en la materia para darse
cuenta de que la situación sociopolítica de nuestro país atraviesa uno de sus
momentos más críticos en los últimos años. El análisis del devenir cotidiano se
asoma por sí solo, está frente a nosotros, es palpable e innegable como que el
cielo es azul y la noche oscura. Hemos pasado de un estado de emergencia a uno
caótico en un santiamén señalando a todo momento que la culpa es del gobierno.
Nada alejado de la realidad, por supuesto que la culpa es del Estado pero en él
no recae toda la responsabilidad, ¿qué pasaría si le digo que esto también es
culpa nuestra?, las cosas ya no funcionan igual.
¿Por qué podría tener yo culpa de lo que sucede en
nuestro país política, social y económicamente cuando, es más, yo no voté
siquiera por el PRI o el partido en poder o dejé mi voto en blanco o ni
siquiera asistí a votar?, a primera vista, en el ejercicio imaginario uno
siempre saldrá libre de cualquier pecado, al final del día uno realiza su
rutina diaria con el mayor de los esfuerzos y sacrificios, ya sea en rol de
estudiante o de trabajador, somos parte de un sistema que va más allá de
nuestra profesión gustos y afinidades.
El sistema delimita que es lo que debemos escuchar, leer,
pensar, vestir, hablar, comer, decidir y opinar, a través del bombardeo de
información –que más que la misma se limita a mensajes básicos libres de
contenido racional- en los diferentes medios de comunicación: televisión,
radio, prensa escrita, Internet, espectaculares, utilizando las herramientas de
mercadotecnia y de publicidad para la manipulación de las masas… bien, hasta
aquí ningún secreto o el hallazgo del hilo negro.
Es necesario pensar ahora que este sistema que mantiene
rico al rico y al pobre más pobre prolifera gracias a los intereses de unos
cuantos… pero de nuevo, hasta aquí nada nuevo como tampoco resulta nuevo que el
narcotráfico haya ganado terreno e injerencia en las decisiones del rumbo del
Estado y la manera en cómo se deben hacer las cosas, al final del día el miedo
como modo de controlar al pueblo sigue siendo la mejor herramienta, al grado de
que la población somatizará un Síndrome de Estocolmo que le hará justificar al
narco y aspirará a ser como ellos… pero otra vez, hasta aquí nada nuevo.
Todo esto es conocido por aquellas personas que en el
argot popular solemos llamar “los informados”, los lectores críticos y agudos
de las noticias, las personas que suelen leer entre líneas y que saben las
cosas pero no comparten esos conocimientos a los demás, por diversas razones
que en este momento no vale la pena enumerar. Sin embargo, todo queda en eso,
en que las cosas son de conocimiento cuasi general y lo único que despiertan es
la indignación. Y no está mal sentir indignación eso nos recuerda que somos
humanos, lo malo es que ese sentimiento se reduce a eso un sentir y ese sentir
se transforma después a un recuerdo y, ¿cuántos así no guardamos en la memoria
colectiva?, están los “2 de octubre no se olvida”, “Atenco no se olvida”,
“Acteal no se olvida”, “ABC no se olvida”, “Iguala no se olvida” pero entre
tanto "no se olvida" se olvidó que jamás se hizo justicia en ninguno
de los casos.
La carta queda abierta a la transformación de la
indignación como sentimiento en acción. Después de todo ¿quién en su sano
juicio trabajaría por velar los intereses de los de abajo cuando desde arriba
el mundo luce tan bien?