He soñado con ese sitio esta noche.
Era un lugar hermoso, un derroche.
Las calles tenían olor a jazmines
y la libertad se respiraba en sus confines.
Ese sitio era un país libre y sin patria,
no había himnos ni banderas.
Los lugareños al extranjero llamaban hermano
y el enfermo no partía hasta estar sano.
Los arboles en aquel país eran inmensos,
tan inmensos como el más limpio juramento.
La lluvia acariciaba los pétalos de las flores
que llenaban de su presencia los colores.
He soñado que sueño que es real,
que vivo en él, y no me voy al despertar.
Sueño que no hay injusticia ni dolor
y que el principal vocablo es amor.
En el lugar que he visto en mi sueño,
no hay propiedad, nadie es dueño.
Las tierras son de nadie, son de todos,
la gente se protege codo a codo.
No respiré odio ni rencor en la gente,
ni pena, ni cansancio de la mente.
En el sitio que soñé abundaba la alegría,
las ganas de vivir y ver un nuevo día.
Tomados de las manos los amantes caminaban,
mientras los niños chascarrillos entonaban.
La luz de la Luna y del Sol eran sagradas
pues las heridas con ella eran enjuagadas.
El sitio que soñé no tiene tiempo y espacio,
para construirlo no hace falta ir despacio.
Es la tierra que todos pensamos una vez,
es el santuario donde depositamos la fe.
Edgar Mora
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