Hablar sin fundamento y despotricar a “calzón quitado” son cosa fácil cuando nos hieren el orgullo patriótico y nacionalista. Somos, cuando nos atacan y pretenden humillarnos, y es, cuando a nadie le afecta. Históricamente hablando, no somos una nación conformada por un pueblo unificado; bastará echar un vistazo rápido al pasado de nuestro país para darnos cuenta de que siempre hemos sido, y hasta la fecha, pueblos en disputa.
La conquista no la ganó el español por su propia cuenta. Fue apoyado en todo momento por los aborígenes que pretendían ser superiores a la cultura dominante (azteca). Cuando el indígena se dio cuenta que el peninsular no venía a ser migas y que iba a destrozar sus creencias y tradiciones, ya era demasiado tarde.
Mexicano es, cuando no queremos ser parte de un todo, no nos incumbe el dolor de uno solo, si su merito es malo o impropio, pero si se trata de un logro que pone en alto la frente de nuestra tierra, mexicanos somos.
Hemos sido un pueblo muy golpeado. Nos vanagloriamos de batallas ganadas, aunque al final terminen siendo guerras perdidas. A Francia no se le ganó, y se celebra una escueta victoria el 5 de mayo; contra Estados Unidos, se perdió de más, y festejamos un trece a reclutas de un “castillo” (que ojala fuera vagabundo, o se entiende mejor como de cristal) en la zona de Chapultepec.
No, no se malinterprete, mi discurso no es fatalista o malinchista, no es así. Sé que muchos ahora se preguntan o no entienden mi mensaje. No es mi deber explicar lo que trato de decir, pues palabras son y ellas tienen la función de gustar o no gustar, de servir como doble mensaje, o de olvidarse en el papel en que se escriben.
La palabra obligada es “Arizona”, tierra que alguna vez perteneció a nosotros, que no reclamamos, que es parte ya del “Gran Imperio Yankee”. Todos pueden opinar al respecto, porque estadísticamente hablando, un familiar, un amigo o un conocido vive al otro lado de la frontera, sin embargo, no se trata de hablar por hablar. Porqué ahora sí y antes no, el estado de Arizona es catalogado como uno de los más ricos del país estadounidense y, también como uno de los más racistas. ¿Acaso estimado lector, no recuerdas el grupo “Minute-man”? Aquel que en la frontera tenía todo el permiso para disparar a diestra y siniestra a todo aquel indocumentado que encontrarán en el desierto.
De nada sirve, que se diga que sin la mano de obra de mexicanos que hacen trabajos, que como atinadamente expresó alguna vez Vicente Fox “hacemos trabajos que ni los negros quieren hacer”, a ellos no les importa, porque seguramente otra cosa pasará y al final del día, cuando la “Casa Blanca” sea el centro de los ataques de las naves extraterrestres un héroe rescatará a esa nación, y volverá a reinar la paz entre los hombres. Un poco de surrealismo no le viene mal a esta lectura.
Objetivamente, Estados Unidos es un país de inmigrantes, de inmigrantes que una vez asentados en tierras malamente llamadas “norteaméricanas” se olvidan de su país de origen. Como experiencia personal, y más de alguno no me dejará mentir; y es que lo traemos en la sangre, nos conquistaron católicos y no protestantes, mientras unos decían que hicieras a la Iglesia rica, los otros se inclinaban por la riqueza de cada persona, así unos tantos son egoístas y mediocres, y los otros expansionistas y fructíferos; preguntar lo que sea a quién, con perdón de la expresión, tiene “tatuado el nopal en la frente”, se recibirá en la mayoría de los casos un “sorry, I don't speak spanish”.
Siento defraudar a todos aquellos que buscaban una respuesta un tanto misericordiosa, pues no la hay. La solución es dentro de nuestro propio Estado, mas no la hay inmediata. Desde tiempos de Pancho Villa la inmigración es un problema, amén de razones socioeconómicas que usted quiera poner o añadir. No es labor de uno solo, de un grupo, de una comunidad. No es que hagamos protestas a las afueras de las embajadas, ni que a través de redes sociales manifestemos nuestro repudio a leyes estúpidas e incongruentes. Nadie entendió la frase “el cambio empieza por uno mismo” y exigimos cambio inmediato sin cambiar, gratis, como si con sólo encender la televisión el cambio llegaría y las revoluciones necesarias se darían por darse.
No somos el pueblo activo digno de una revolución, nunca lo hemos sido, y estamos aun muy desviados del verdadero objetivo. No nos gusta pensar, caemos en el conformismo de dejar todo tal cual esta, nos cuesta demasiado leer, leer es un arma de dos filos, porque nos hace pensar y luego reflexionar y darnos cuenta de nuestra mediocridad, por eso no leemos, porque nos sentimos estúpidos y cada texto nos hace caer en la cuenta de nuestra ignorancia.
México es pregunta y respuesta de todos sus problemas. Y antes de que las palabras sigan, aclaro que ni panista ni fatalista, ni de derecha ni de izquierda, ni ateo o creyente. México no debería preocuparse por leyes antiinmigrantes, pero esta es su realidad, y tienen que defender a su hermano, porque nos cala en la sangre, y si es preciso derramarla, lo haremos, porque no nunca abandonariamos a uno de nosotros. Porque la familia es lo más sagrado para el mexicano, en especial la madre.
Dicen que ser joven y no ser revolucionario, no es ser joven. Que me disculpen, pero siguiendo ese dicho, ya no hay jovenes. Entonces sí, México a priori es un país lleno de ancianos y de niños como lo dice las encuestas que a sentido común y pesimistamente detectamos. Nueva definición de joven mexicano: dícese de todo aquel individuo que se preocupa y ocupa básicamente de tres cosas: a) las redes sociales, b) las salidas al antro y c) las telenovelas de modas en las mujeres y el fútbol en los hombres. No hay espacio para libros, para la critica, para la reflexión, parecería que la mente revolucionaria es para un grupo elitista que vive alejado en las cavernas de la montaña del olvido.
Leyes como la SB1070 Arizona, el muro “ de la vergüenza”, la inmigración, la desigualdad social, las clases sociales tan marcadas, no serían si México, y al decir México no me refiero al gobierno, sino al pueblo, se diera cuenta de su potencial, de su dinamismo, de su deseo, de esa fuerza interior y espíritu de guerrero heredado de nuestros antepasados, fuera canalizado para nuestro bien común y convertirnos en la gran nación que alguna vez fuimos, y que ahora mediocremente aspiramos a ser.
México, despierta de tu letargo. Date cuenta que con quejarte no ganas nada. Actúa, manifiestate, lucha, derrama sangre si es necesario, demuestra tu grandeza, haz algo: escribe, piensa, lee, analiza, reflexiona, critica y construye. Una vez que hayas despertado, gritaremos juntos que la revolución ha comenzado.
1 comentario:
Buen texto compañero!
Soy de octavo de ciencias, también un blog http://sothsayer.blogspot.com
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